Siento que esta amaneciendo.

Siempre tan así, tan impredecible, tan impecable. Con la luz alumbrando tu limpieza, aquella causada por ambientalistas pagados, desde arriba deseando que seas algo más. Debería aprenderte amar, hace tiempo estoy aquí y sin embargo no puedo acostumbrarme a ti. Ni a los ruidos de los autos, ni de los colectivos, ni de las personas apresuradas ocultas en sus mundos dominados por un celular. Siempre así, tan fría aunque abunden los grados y logres en mi piel algunos cambios. Has de ser tu quien me lleve a la realidad, y hasta a veces me hagas pensar que el mundo no puedo cambiar. Llena de humanos que andan por doquier sin prestar atención al mundo que tienen en sus pies. Creo que vas afrontando tu vida de forma distinta, quizás hasta a veces siento entenderte. Tanta gente recorre tus calles sin siquiera prestar atención a tus detalles. Cada lugar verde para mi es una fantasía, un momento de reencuentro conmigo misma, con el premio de la naturaleza. Tus calles grises invaden mi personalidad, a veces me deprimes otras me encantas. Los edificios que tapan el hermoso sol que da vida a la ciudad volviendo a arrancar estos ruidos que los cantos de los pájaros no me deja escuchar. Envuelta en bocinasos que parecen ser parte de tu normalidad, y de gente insultado como si no supiera hablar. Rodearme con tu belleza artificial, y paraísos creados para dar respiro a la intensa forma de cemento que los rodea. Debería irme acostumbrado a esa gente sin mirar, que se aleja pensando en muchas cosas más. Debería dejarme guiar por la multitud, que quizás sin darme cuenta me lleve a un lugar mejor. Debería seguirlos, por algo van tan apurados, valla a saber si hay lugar donde todos desconectamos nuestras mentes y evitamos los estragos. Debería seguirlos, pero sé que no vamos a ningún lado.